miércoles, 23 de septiembre de 2009

“Ya sabía a lo que venía”


En el andén de la estación, el homicida de Jalisco dejó una leyenda en contra del gobierno

Alberto Morales y Claudia Bolaños
El Universal
Sábado 19 de septiembre de 2009
df@eluniversal.com.mx

Viernes lluvioso, cinco y catorce de la tarde, en la estación del Metro Balderas se escuchó un grito: “¡Tranquilo qué te pasa!” dijo un policía de la Bancaria e Industrial a Luis Felipe Hernández, cuya respuesta fue escupir plomo. Tres disparos dispersaron el mar de gente que se apretujaba sobre el andén para tomar su vagón.

Hernández, originario de Jalisco, según la Procuraduría capitalina, es un “desquiciado” que realizaba pintas contra el gobierno.

Al tratar de detenerlo abrió fuego con un revólver calibre .38 especial, lo que provocó que el policía y una persona identificada —de manera extraoficial— como Esteban Robles Barrera, perdieran la vida y siete personas más resultaran heridas.

“Ya iba sobres, ya sabía a lo que venía”, dijo un testigo, quien cuenta que Hernández traía el arma en la mano envuelta como en papel higiénico o una camisa.

Anoche el gobierno capitalino dio a conocer el video de las cámaras de seguridad del Metro. Las imágenes son brutales.

En las imágenes se observa cómo fue abatido el policía bancario y como Robles Barrera, a pesar de estar herido, “en una acción de heroísmo” luchó contra su agresor para tratar de desarmarlo; se le aventaba a las piernas para derribarlo, hasta que un último disparo segó su vida.

Hasta la estación Balderas se trasladó el procurador capitalino Miguel Ángel Mancera, quien dijo que Hernández dejó un mensaje con la leyenda “este gobierno de criminales”.

De acuerdo con el testimonio de Gabriel Sánchez el solitario agresor expresó que todo “era en nombre de Dios, que el gobierno te mata de hambre y que nos pusiéramos a rezar”.

El estudiante vio como Hernández Castillo entró al vagón, donde viajaba, con arma en mano. “Comenzó a decirnos que no nos asustáramos”.

Dijo que por temor a ser agredido ni lo volteó a ver, pero sí pudo observar cómo muchos pasajeros entraron en pánico y corrieron hacia atrás del vagón, incluso no les importó pisar a la gente en su atropellada salida.

A Mauricio Aguilar, un empleado de la Central Nacional Campesina, la balacera del Metro lo tomó de regreso a su oficina.

“Estaba pintando con un plumón negro ‘pinche gobierno ratero’, un policía lo quiso detener pero fue directamente contra el policía. La pistola la traía en la mano, enredada en un trapo o una bolsa y a quemaropa le tiró el primer plomazo”.

Al escuchar las detonaciones mucha gente comenzó a correr, hubo caos y gritos.

Señala que muchos incluso intentaban abordar el vagón porque no sabían lo que estaba pasando en los andenes.

“Yo me escondí en un hueco que hay, ahí por donde separan a las mujeres de los hombres, y les decía que no, pero algunos no me hacían caso, no sabían que pasaba”, afirmó Aguilar.

Entre sollozos, una mujer quien prefirió no proporcionar su nombre, dijo que se escondió debajo de los asientos cuando escuchó los balazos.

“Nos dijeron que nos agacháramos, no es justo nosotros veníamos bien” y acusó a las autoridades por la falta de seguridad que hay al interior del Sistema de Transporte Colectivo.

“Esta no es la primera vez que pasa en el Metro, el 10 de mayo del año antepasado me tocó adentro, la gente ya está loca, no hay seguridad en el Metro, ¿qué vamos a hacer?, uno ya no está seguro”, añadió.

Su mayor temor ya no era el susto por la balacera, sino su hija que estaba en la primaria Revolución, y que por el operativo de seguridad le impidieron recogerla.

AEROSECUESTRO

Sin histeria, sin pánico... sin bomba
Algunos viajeros pensaron que setrataba de simulacro; el piloto no informó lo que pasaba



Alberto Morales y Francisco Gómez
El Universal
Jueves 10 de septiembre de 2009
política@eluniversal.com.mx

Sin armas, sin amenazas, sin histeria, pero sí con una Biblia en la mano, el pastor de origen boliviano Josmar Flores Pereyra tuvo en vilo a los aparatos de la seguridad nacional en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, más que a los 104 pasajeros del vuelo 567 de Aeroméxico, incluso algunos sólo se enteraron del “secuestro” de la aeronave por llamadas de sus familiares y amigos.

Procedentes de Cancún, Quintana Roo, los viajeros tuvieron un vuelo tranquilo, pero al aterrizar vivieron momentos de tensión cuando fueron rodeados por patrullas y elementos de la Policía Federal, l Armada y el Ejército.

“Pensé que era un simulacro, pues el piloto nos informó que no nos alarmáramos, que era un procedimiento de seguridad y tardaríamos unos minutos más en el avión antes de bajar a tierra”, comentó Rocío García, quien con su esposo José Antonio Robles regresaban de vacacionar por siete días por las playas de esa zona del Caribe mexicano.

“No nos percatamos de nada, sino hasta que llegó la policía y pensamos que venía alguien importante en el avión y lo iban a escoltar”, dijo la mujer.

La canadiense Andrea Widdicomb apenas y tuvo tiempo de avisarle a su amigo Víctor Márquez, por medio de la red social Facebook, que su avión había sido secuestrado. “Lo hice porque me sentía atrapada”.

Terry Jackson, de Atlanta, viajó a cinco filas del presunto aerosecuestrador y ella se percató de que el pastor iba solo, en la última fila, pero inquieto, pues en más de cinco ocasiones revisó un portafolio color negro que traía en el portaequipaje y llevaba siempre una Biblia bajo el brazo.

“Lo único raro fue que alzó los brazos y comenzó a orar, para sí mismo y con los ojos cerrados”, agregó la joven.

Según su testimonio, el pastor viajaba en la parte trasera de la aeronave, vestía jens azules, camiseta blanca y usaba anillos y cadenas de oro. “Se veía que le va bien”, comentó, Jackson.


Tensión

Doce minutos antes de aterrizar el piloto, él activó la señal de alarma. Los pasajeros no lo supieron simplemente, notaron un aterrizaje rápido y brusco.

“Nos dijeron primero que era situación de emergencia, que permaneciéramos en nuestros lugares. Nos imaginábamos que quizá era una llanta, pero cuando llegaron las patrullas y vimos unos perros pensamos que era un problema de drogas, pero mi preocupación comenzó cuando el capitán dijo: ‘Ya estamos negociando’”, señaló uno de los pasajeros que se negó a proporcionar su nombre.

En medio del murmullo de los pasajeros, de pronto se escuchó la voz del piloto que dijo que los niños y mujeres pasaran al frente de la aeronave. Comenzó el descenso, en ese primer grupo estaba la arquitecta Marisa López García con dos meses de embarazo y un menor de 10 años.

El segundo grupo, unos 10 hombres, esperaban bajar, pero no pudieron hacerlo porque la Policía Federal, que tenía ya el control del avión, se los impidió. Entre ellos estaban Francisco Muñiz, quien fue detenido y conducido a un camión blindado, al igual que el diputado federal del PT, Hernán Villatoro, cuyo partido asegura que fue vejado por las autoriades y demanda una disculpa pública del titular de Seguridad Pública (SSP), Genaro García Luna o interpondrán una denuncia penal en contra de quienes resulten responsables.

Así vinieron las horas de espera, no poder usar los celulares por orden la Policía Federal y comenzaron interrogatorios, para conocer los detalles del secuestro que ocurrió sin armas, sin amenazas, sin histeria.