--Hunter S. Thompson y su aporte creativo
*Artículo de José Garza, Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, que se publicó en la Revista Mexicana de Comunicación. (Resumen)
El autor de Los ángeles del infierno murió el domingo 20 de febrero. Se suicidó. No podría ser de otra manera. La insolencia fue su liberación y, de igual modo, su condena, su propia tumba.
Podríamos decir qué pena, pero lo evitamos. La gloria del Gonzo lo merece. Justo a la mitad de la década de los sesenta del siglo XX, el estilo Nuevo Periodismo explotó en dos vías de expresión narrativa: el ojo impersonal de Truman Capote en A sangre fría y la voz personal de Tom Wolfe en El coqueto aerodinámico rocanrol color caramelo de ron.
Justo ahí, a la mitad, en medio de ambos modos estructurales, Hunter S. Thompson apareció en escena con Los Ángeles del Infierno, un relato notable en la yuxtaposición de puntos de vista y registros discursivos de síntesis y acción de los escenarios y los acontecimientos en torno a las legiones de motoristas en California.
En aquellos momentos en que las condiciones políticas y sociales en Estados Unidos incubaron modos de vida, actitudes y nociones ante la existencia insólita por beligerantes, obscenas y empapadas de droga, periodistas y escritores como Capote, Wolfe y Thompson aplicaron una serie de procedimientos que renovaron las formas de aproximación a la realidad; procedimientos que fueron efecto y reflejo de la misma realidad; procedimientos que se han impuesto por lo perdurablemente vigentes.
Los Ángeles del Infierno es resultado y respuesta de la realidad de sus días. La penetración que Thompson hizo en los escenarios de motoristas está lejos de la actuación de un maniaco chiflado por el LSD o el capricho de un esquizofrénico; la penetración en los escenarios corresponde a la convicción de enfrentar la propia personalidad al ambiente y ahora sí: vivir para contarlo en un relato resuelto como un examen de la propia identidad del reportero que observa, pregunta y participa hasta en lo aparentemente indebido; que exhibe el ego suficiente en esa feroz intromisión del Yo que se proyecta en todas sus consecuencias en el uso de la primera personal del singular.
Intromisión que, sin embargo, ante el hallazgo revelador, procura tomar distancia inteligente para transcribir con puntualidad y precisión, con exactitud, los puntos de vista en tercera persona y la documentación recopilada y estudiada.
En los relatos de Thompson, como Los Ángeles del Infierno, prevalece una noción del trayecto hacia esos modos de vida insólitos; trayectos literales en coche, aeroplano o motocicleta; trayectos que culminan en estancias hoteleras con la tentativa de abandonar el proyecto periodístico que le ocupa por displicencia y por una entrega total, absoluta y perturbadora a los goces narcóticos.
Pero hasta en ello Thompson evita el miedo que provoca la autocensura. Expresarse es un ejercicio para el que se requiere cierta violencia. Thompson lo asume. Ante el conservadurismo, en particular aquél que se aproxima con la reelección de Richard Nixon en 1972, Thompson responde con violencia: la publicación de Los Ángeles del Infierno como documento periodístico al que le seguirían años más tarde una obra de ficción como Miedo y asco en Las Vegas y un cuaderno de reportajes como La gran caza del tiburón.
En este tríptico libresco, Thompson pone de manifiesto la intolerancia y la hostilidad de la autoridad y la sociedad alienada, el escaso rigor informativo de la prensa ortodoxa, con respecto a las emergentes y contradictorias expresiones de vida de los años sesenta como lo fueron las cofradías de motoristas de San Francisco o los ghettos de chicanos en la ciudad de Los Angeles.
Actuación participativa
Los Ángeles del Infierno es un relato de 22 escenas o capítulos y un epílogo. Su origen es un artículo1 que posteriormente fue aumentado en información y modificado en enfoque y estructura a fin de dotarlo de la forma que adquiere en el libro organizado en cuatro partes: "A rodar, chavales", "La gestación de la amenaza: 1965", "El circo de los maleantes y la violación estatutaria de Bass Lake" y "La cábala de la droga y un muro de fuego".
La escritura del relato se desenvuelve a vuelta de rueda. No por lenta, al contrario: por detallada y exhaustiva en largos párrafos conformados por una encadenación de oraciones a través de comas, puntos suspensivos y una serie de recursos manieristas que por momentos torna barroca la textura de la narración.
En todo ese proceso Thompson reivindica su condición de periodista con la legítima oportunidad de intervenir en la escena para recopilar de manera directa la información y la también legítima posibilidad de opinar.
De manera constante pone en manifiesto su actuación participativa con una grabadora o un cuaderno de notas en la mano o con un filtro en la cabeza para procesar los datos en interpretación.
De esa manera Thompson cuenta el periplo por los ambientes de hostilidad de los motoristas; ambientes que procura observar desde perspectivas periféricas a fin de abarcarlos en todas sus consecuencias tanto inmediatas como históricas, lo cual le permite formular conclusiones con alcances psicológicos y sociológicos.
Reportaje y autobiografía
Un lustro después de la publicación de Los Ángeles del Infierno, Thompson realizó una serie de trabajos que desembocaron en obras periodísticas y de ficción que patentaron el procedimiento de trabajo que el propio Thompson llama Periodismo Gonzo.
El relato periodístico "La gran caza del tiburón" es una de esas obras ejemplares de Periodismo Gonzo en cuanto híbrido entre reportaje y autobiografía. En la labor de registro de un ambiente en torno a una competencia de pesca en la península mexicana de Yucatán, Thompson muestra las cartas con las que juega:
En la forma, una escritura tejida con yuxtaposiciones de discursos como en Los Ángeles del Infierno: de la síntesis explicativa a la puesta en escena de la acción de los sucesos y de las emociones que éstos le provocan.
Y en el fondo, otros dos niveles: el periodístico, resuelto en el registro de los motivos para llevar a cabo el reportaje en cuestión, y el reportaje propiamente dicho; y el autobiográfico, ilustrado en los motivos y las opiniones personales.
Los escenarios abordados por Thompson, particularmente el torneo de pesca en cuestión, son intrascendentes e inútiles desde la perspectiva de la oportunidad y del rigor periodístico, pero atractivos para los propósitos de la manera en que Thompson procura desarrollar su procedimiento: su Periodismo Gonzo.
Sin embargo, Thompson supedita ese privilegio a las exigencias de la realidad, a la importancia de los sucesos y al grado de conocimiento de la información.
Es decir: Thompson coloca el nivel autobiográfico en un segundo término, como recurso recopilatorio de información y método para dar contexto y sentido al trabajo periodístico, cuando se enfrenta a una aproximación a la realidad con implicaciones de rigor y precisión así sea sólo para conseguir -que no es poco y a veces sin salir ileso como ya se vio- descripciones de escenas verosímiles, ya de los motoristas en Los Ángeles del Infierno o la de un asesinato de un periodista méxico-americano en la ciudad de Los Ángeles en el relato "Algo está fraguándose en Aztlán".
Narrador invisible
"Algo está fraguándose en Aztlán" es un relato con un enfoque y un propósito similar al contenido en Los Ángeles del Infierno. La hostilidad y el belicismo por parte de las autoridades y la gran prensa norteamericana hacia un grupo de inmigrantes en proceso de organización, como el méxico-americano de los años sesenta y setenta en el este de la ciudad de Los Ángeles.
En ese relato, el motivo periodístico está alejado de la aparente superficialidad de un torneo de pesca, por ejemplo. Es el asesinato de un periodista chicano, Rubén Salazar. El escenario exige un tratamiento distinto con respecto a una competencia en alta mar.
Thompson emplea, sí, la primera persona del singular y exhibe sus sentimientos y su condición de periodista, igual que en la experiencia con los motoristas, un tanto extranjero sospechoso en el escenario en el que interviene a profundidad.
Thompson aplica aquí, en todas sus consecuencias, las posibilidades del punto de vista en tercera persona por lo que en momentos desaparece como personaje protagonista para dejar fluir los sucesos de una manera transparente, como un narrador invisible que todo lo ve y escucha, que todo reconstruye a través de la documentación: testimonios y materiales editoriales recopilados, estudiados y transcritos con exactitud.
En pleno proceso de elaboración del relato "Algo está fraguándose en Aztlán", Thompson escribió la novela Miedo y asco en Las Vegas: un frenético relato elaborado a través de procedimientos literarios que vuelven a la narración una pieza de ficción: escenas demasiado alucinantes por los efectos de las drogas, demasiado insólitas para ser creíbles.
Talento de gran periodista
Miedo y asco en Las Vegas es un relato ejemplar en el procedimiento de Thompson de yuxtaposición de planos discursivos y niveles de contenidos periodísticos y autobiográficos. Es el relato sobre el periplo personal empapado de droga y alucinaciones de un reportero y su abogado que asiste al registro de una carrera de motos en Las Vegas.
Thompson explicó que la historia de esta novela está fundamentada en la realidad: ese viaje lo efectuaron él y el abogado mexicano-norteamericano Óscar Acosta, que aparece en el relato de "Algo está fraguándose en Aztlán", precisamente en los momentos de mayor tensión de la elaboración del reportaje sobre el asesinato de Rubén Salazar.
Thompson reconoce que Miedo y asco en Las Vegas es un experimento fallido de Periodismo Gonzo. Y lo es porque en este caso Thompson sucumbió ante lo literario. Después de todo, el Periodismo Gonzo corresponde a una noción del ejercicio periodístico implacable en cuanto a la aplicación de las reglas del juego sin mentiras ni invenciones que el propio Thompson se ha encargado de explicar con claridad:
El verdadero Periodismo Gonzo exige el talento de un gran periodista, el ojo de un fotógrafo-artista y el valor suficiente para participar en la acción. Porque el escritor debe participar en los hechos mientras los describe, o graba al menos o, como mínimo, toma notas. O las tres cosas.
La analogía más próxima al ideal probablemente sea el productor-director de cine que escribe sus guiones, hace el trabajo de cámara y se las arregla como sea para filmarse en acción, como protagonista o, al menos, como uno de los personajes principales.
De esta noción personal de la profesión por parte de Thompson, de la manera en que propone poner en marcha los procedimientos, el llamado Periodismo Gonzo puede quedar representado en tres aspectos, a saber:
1) Penetración en los escenarios sin ningún pudor.
2) Participación en los escenarios, necesariamente, como obligación.
3) Descripción puntual y exacta a base de una aguda mirada y una precisa observación, recurriendo a la memoria, el magnetófono y la libreta de notas.
Pero, ¿es necesaria la participación del periodista en los escenarios? ¿El reportero altera la realidad que se pretende contar al involucrarse en los sucesos como testigo o participante? Mi conclusión es: No.
La franqueza y la honestidad con que por ejemplo Hunter S. Thompson pone de manifiesto su intervención en los acontecimientos, el modo en que penetró en los mismos, dota a sus relatos de una condición autobiográfica.
No es una realidad modificada la que describe el reportero, aquella que vio, escuchó y en la que intervino. Es su realidad. La realidad que vivió proyectando del mismo modo la tentativa de que sólo así, autobiográficamente, se accede de manera privilegiada a la información, a los escenarios que se pretenden contar.
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